Sólo habían pasado tres semanas del 2007. Lo de siempre muchos propósitos, buenos deseos, infinitas ganas de cambios.
Jimena amanecía con una buena nueva.
No esperaba recibir noticias de aquella oferta de trabajo, de esa empresa de
capital. Fría, de grandes dimensiones y con una recepcionista en la que se
adivinaba no haber rozado la lujuria ni en sueños. Las sensaciones de aquella
entrevista no habían sido buenas del todo, pero está claro, era algo personal.
Un fallo de intuición. Una vez más, anticipar resultados no era su fuerte.
Apenas se había desecho de sus sábanas, y de su escueto
pijama de dibujos infantiles y colores pasteles, cuando ya tenía la maleta
llena de ropa e ilusión. No sabía por cuánto tiempo estaría fuera. Pero sólo
dejó tres camisas colgadas en el armario.
“Mamá me voy de casa, me han dado el trabajo” de ésta forma
dio los buenos días a su madre. Ahora
tocaba enfrentarse a Juan. Su primer novio, su razón de ser desde los 15. Al
que había dedicado cinco años de su vida,
entregado su cuerpo y sexo. Por el que había dejado a un lado sus
contadas amistades.
En realidad, no había marcha atrás, estaba decidida. Partía de
su pequeño pueblo, que no le ofrecía oportunidades laborales, que la estancaba
cada vez más y la animaba a abandonar el proyecto de vida profesional que se
planteó cuando inició sus estudios. Dejaba su estado lineal, su monotonía de
vida. Ninguna opinión la detendría, ni siquiera la de su amado Juan.
Una despedida con lágrimas, promesas y buenos deseos. Jimena
toma el autobús, nerviosa pero decidida, triste pero motivada. Una mezcla de
emociones y sensaciones, que le costará días poner en orden.
Le había tocado ventanilla y un anciano como acompañante.
Era medio día, justo las 12 y el chófer toma su lugar. Comienza la aventura, su nueva etapa y
seguro, su nueva vida. El camino iba a ser largo.
Durante todo el trayecto había diseñado cada uno de sus
pasos al llegar. Pero de nada sirvió. A
escasos kilómetros de su destino un imprevisto manda al garete todo sus planes.
El autobús en el que viaja queda averiado. Toca esperar en una estación de servicio
hasta que llegue uno nuevo. Bajo el agradecido sol de Enero, Jimena esperaba
sentada. Saca del bolso su nuevo bloc de notas, lleno de color y páginas en
blanco. Se lo había regalado Marta, su mejor amiga y única confidente. Tenía
que anotar con detalle cada día de las
próximas semanas, cada emoción sentida y cada pensamiento que rondara por su
cabeza. Marta estaría lejos de Jimena y por ello, dejó este sucesor, este
suplente que serviría de confidente pero que no transmitía calor ni comprensión.
Obediente, y sobre todo muy aburrida, comienza a escribir la primera hoja de su
recién estrenado bloc, sin imaginar que
no estaría sola en su espera.
“Después no quieres que sea pesimista. Aquí estoy en mitad
del viaje, sentada al sol y maldiciendo no haber cogido el autobús de
antes. Espero que ésta no sea la tónica
de los próximos días. Imprevistos, atrasos y momentos de espera. Aunque
pensándolo bien, a la ciudad que voy no presume precisamente de vida tranquila.
Creo os voy a echar mucho de menos. A juan, a mamá y, por supuesto a ti,
querida Marta. He de confesar que tengo cierto miedo, aunque las ganas de que
todo salga bien, apenas lo dejan que tome expresión.”
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..Sv..
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